La cabellera es la fuerza. Sansón perdió su poder, por el poder de la palabra, con lápiz labial, de una mujer. Somos, por natura mater, peludos; aunque usemos cremas y gilletes para parecer más civilizados. El pelo crece, y nos vuelve más animales: después vienen las garras y los colmillos.
El cabello tiene una alta dosis simbólica. Su fuerza es tal, que los monjes se tonsuraban como demostración de humildad: me imagino a su dios con una greña bien loca. Los soldados también usan el pelo corto: no hay fuerza individual, sino sumisión y dependencia a las órdenes del superior. Pero los espartanos lo traían largo, y una manera de humillación era cortar la mitad de la cabellera y de la barba.
Comenta Udo Becker que «los cabellos desordenados, agitados, entreverados de serpientes, son el atributo de las deidades terribles» (2000: 59). El cabello largo y suelto, sobre todo en hombres, significó independencia. En la Edad Media «era el distintivo de las doncellas (pero también el de las prostitutas)» (Becker, 2000: 59). Los yoguis y los ermitaños manifiestan inconformismo y ruptura con la civilización al traer su pelo largo. Lo mismo sucede con muchos movimientos sociales y artísticos.
Entre estos últimos conviene resaltar la filosofía Rastafari. La melena del león y su credo en Salomón resaltan a la vista cuando apreciamos las dreadlocks, las «rastas». Uno de los orgullosos hijos juarenses del león africano es el músico Santiago Luna, o en su lenguaje: Ras Santi.
Él era muy joven cuando lo conocí. Primero fue el trato con su padre, el grandísimo Ismael Luna, actor y director de teatro, que se volvió un clásico y famoso cuando interpretó al Loco, allá por la década del setenta. Siempre se mantuvo al margen. Fiel al arte auténtico: viajero de sombra descongelada. Tengo en mi memoria su encuentro con la sacerdotisa de los hongos sagrados: María Sabina. Ismael también fue Ji-Ji, el payaso alegre y maravilloso, que podía desaparecer con un aplauso. Formamos un pequeño grupo de actuación musical, donde nos enseñó con la humildad del verdadero maestro. Todos sus hijos tienen un talento: música, actuación, diseño y arte visual, títeres.
Santi es conocido por sus canciones desde La Bomba Clandestina, y por estar al frente de Sonidero Sound System. Escribió la canción «Dreadlocks Gyal», como manifiesto y motivación de la gente diferente. Nos vimos un día en la ruta y se animó a grabar en mi estudio. Él tocó todo (es multi-instrumentista). Después llevaría a su amigo Michael para incorporar el teclado electrónico. Y yo serví, orgullosamente, como productor.
La canción se estrena este siete de septiembre, porque el número es simbólico y se menciona en la canción. Además, septiembre en Latín es siete. Siete y siete catorce: mi día.
Les dejo el link para que escuchen su canción y también siete fotografías del proceso de creación: https://soundcloud.com/estudio-fmest/dreadlock-gyal
Bibliografía
Becker, Udo (2000). Enciclopedia de los símbolos. México: Océano.







Fotografías de Omar Alberto Reyes Arévalo.
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