Las dreadlocks de Sansón, por Omar Alberto Reyes Arévalo

La cabellera es la fuerza. Sansón perdió su poder, por el poder de la palabra, con lápiz labial, de una mujer. Somos, por natura mater, peludos; aunque usemos cremas y gilletes para parecer más civilizados. El pelo crece, y nos vuelve más animales: después vienen las garras y los colmillos.
El cabello tiene una alta dosis simbólica. Su fuerza es tal, que los monjes se tonsuraban como demostración de humildad: me imagino a su dios con una greña bien loca. Los soldados también usan el pelo corto: no hay fuerza individual, sino sumisión y dependencia a las órdenes del superior. Pero los espartanos lo traían largo, y una manera de humillación era cortar la mitad de la cabellera y de la barba.
Comenta Udo Becker que «los cabellos desordenados, agitados, entreverados de serpientes, son el atributo de las deidades terribles» (2000: 59). El cabello largo y suelto, sobre todo en hombres, significó independencia. En la Edad Media «era el distintivo de las doncellas (pero también el de las prostitutas)» (Becker, 2000: 59). Los yoguis y los ermitaños manifiestan inconformismo y ruptura con la civilización al traer su pelo largo. Lo mismo sucede con muchos movimientos sociales y artísticos.
Entre estos últimos conviene resaltar la filosofía Rastafari. La melena del león y su credo en Salomón resaltan a la vista cuando apreciamos las dreadlocks, las «rastas». Uno de los orgullosos hijos juarenses del león africano es el músico Santiago Luna, o en su lenguaje: Ras Santi.
Él era muy joven cuando lo conocí. Primero fue el trato con su padre, el grandísimo Ismael Luna, actor y director de teatro, que se volvió un clásico y famoso cuando interpretó al Loco, allá por la década del setenta. Siempre se mantuvo al margen. Fiel al arte auténtico: viajero de sombra descongelada. Tengo en mi memoria su encuentro con la sacerdotisa de los hongos sagrados: María Sabina. Ismael también fue Ji-Ji, el payaso alegre y maravilloso, que podía desaparecer con un aplauso. Formamos un pequeño grupo de actuación musical, donde nos enseñó con la humildad del verdadero maestro. Todos sus hijos tienen un talento: música, actuación, diseño y arte visual, títeres.
Santi es conocido por sus canciones desde La Bomba Clandestina, y por estar al frente de Sonidero Sound System. Escribió la canción «Dreadlocks Gyal», como manifiesto y motivación de la gente diferente. Nos vimos un día en la ruta y se animó a grabar en mi estudio. Él tocó todo (es multi-instrumentista). Después llevaría a su amigo Michael para incorporar el teclado electrónico. Y yo serví, orgullosamente, como productor.
La canción se estrena este siete de septiembre, porque el número es simbólico y se menciona en la canción. Además, septiembre en Latín es siete. Siete y siete catorce: mi día.
Les dejo el link para que escuchen su canción y también siete fotografías del proceso de creación: https://soundcloud.com/estudio-fmest/dreadlock-gyal
 
Bibliografía
Becker, Udo (2000). Enciclopedia de los símbolos. México: Océano.








 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Fotografías de Omar Alberto Reyes Arévalo.

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