Pienso. Mi mente acude a la memoria. Existencia en la región del olvido. Existencia en la región del presente. Un día nos olvidamos del arte de vivir y nos entregamos a la monotonía y al interés por el dinero. Nuestra actitud decae y vamos olvidando poco a poco nuestra energía y nuestro espíritu. Nos entregamos a los vicios y llenamos nuestras vidas con actitud estúpida. Pensamos que todo es igual y que no hay variedad en los sucesos del día. Nos miramos frente a frente, y nos olvidamos rápidamente. Gastamos el dinero en porquería. ¿Por qué trabajamos? ¿El dinero que recibimos, realmente, está proporcionado con nuestra labor? No lo creo. Acudimos a la computadora como si fuera ídolo de barro y dependemos de todo lo que es inútil para nuestro cuerpo. Creemos firmemente en el progreso: sabemos que es ilusión. Olvidamos el amor, la amistad, el respeto y el sueño. Olvidamos a Dios. Tenemos cuerpo con órganos que trabajan sin parar. ¿Habrá algo más allá en la unión de dos células amorosas? ¿Somos células, únicamente? Miremos nuestras manos. A través de ellas emitimos emociones, sentimientos y pensamientos: miedo, tristeza y alegría. Aprendemos a tocar los instrumentos musicales, porque la Música es lo máximo. Aprendemos a ejecutar las grandes obras, también las pequeñas, y las medianas, y las extra-large. Podemos pintar y plasmar la imagen de un fantasma. Con las manos sentimos las cosas de la Tierra. Hablan lenguaje. Son inimitables. Cuando saludamos, tocamos, enjugamos, derramamos, secamos, aventamos, acariciamos, golpeamos, conjugamos y declinamos, la mano dice hola y adiós al momento presente.
Dibujo de Omar Alberto Reyes Arévalo.
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